Para reflexionar.......****************2,195 mos
Manfred Max-Neef: El mundo en rumbo de colisión from Pseudociencia Monetaria on Vimeo.
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Por: Benjamin Garza
Agosto 2010
México
Un teclazo menos para morir... (tomándome
la libertad de usar la palabra 'teclazo' como la acción de oprimir una tecla
para escribir en la computadora...
Siempre avanzamos hacia la muerte... No importa lo que hagamos, siempre será "un pestañeo menos", "un trago del vaso con agua de mango menos"... "una lágrima o una risa menos", parecería que nada se agota, y que siempre habría un(@) "___" más, pero, llegado el momento del trámite final, no habrá otr@ "___".
Vivimos para cruzar una misma meta. En tramos damos sprints, intentando llegar pronto, mientras que en otros alargamos el momento, disfrutamos el paseo, hasta olvidarnos casi quien nos va a tomar la foto al llegar al fin de la carrera.
Si de un maratón se tratara, diría que desperté en el kilómetro 40. Y tan pronto te das cuenta que despertaste, la distancia remanente te la dicen en metros, no en kilómetros: "Bienvenido a la vida. Te faltan 2,195 metros".
¿Porqué corrí tanta distancia sin darme cuenta? Nunca lo sabré. Quise preguntarle a los que me alcanzaban, pero me distraje con la prisa por alentar mi paso. Hacer que esa corta distancia me dure más. Claro, la única condición de la carrera es que no te puedes detener (aunque hay gente que dice que sí se puede).
Saborear los últimos pasos, el aire que baña el cuerpo. Detener a la misma mujer quince veces para darle besos de quince maneras diferentes. Sonreír por salirme con la mía.
Todo es posible, todo es altamente disfrutable. Pero queda poco tiempo.
Se escucha que el narrador del maratón empieza a decir los nombres de otros que han llegado. Algunos hasta suenan conocidos, pero por las muchas distracciones no los recuerdas.
Una niña me ofrece una bolsa con agua. La más rica que jamás has probado, a pesar que has probado miles de tragos de agua. ¿Porqué no disfruté más? Caigo al piso y me rasgo las rodillas. Volteo hacia atrás y cientos de personas vienen hacia mí. No me ven.
Como puedo, me ruedo hacia la orilla para evitar que me atropellen.
Al rodar, recuerdos parpadean en mi memoria acerca del inicio de la carrera. De los primeros kilómetros.
Porras cantando mi nombre sonaban estridentes. Sonreía a todo lo que mi sonrisa daba. El cabello flotaba detrás de mí. Corría a gran velocidad, sin pensar en algo en especial. Sin saber siquiera cuán lejos o cerca estaba la meta.
Unas personas con vestimenta rara me urgen a pararme. No puedo estar acostado al lado de la calle. Debo seguir corriendo. "Estas carreras tienen reglas claras", pensé.
De pronto, me di cuenta que unos ancianos caminaban en la dirección contraria a todos. Iban alegres. No mostraban ninguna emoción. Hasta parecía que iban desconcertados, perdidos.
Empecé a notar a quienes iban a mis lados. Había jóvenes, niños y niñas, otros de mi edad, y algunos mayores que yo. Unos querían decirme algo, sin embargo no podía entender el idioma que hablaban. ¡Si tan solo hubiera aprovechado el tiempo anterior para aprender más idiomas!
Un paso menos. Dos pasos menos. "Si empiezas a contar los "_____" menos, se te va el poco camino restante en contar", pensé.
¡Tanto que deseo contar, y nadie que habla mi idioma! Esta diversidad en las carreras definitivamente no incentiva el intercambio de ideas.
Si mis hijos estuvieran corriendo conmigo les platicaría de cómo sacarle jugo a la poca o mucha distancia que quede en la carrera. Les diría que aunque, como yo, despierten faltando pocos metros para la meta, se puede medir el tiempo en centímetros, en milímetros, y poner en cada uno un recuerdo importante. Un momento especial. Una imagen para llevar.
¡Qué solo es el camino al final! Además de despertarte ya muy avanzado en la carrera, encuentras pocos con quien compartir.
Mi abuelita me saluda desde la azotea de un edificio alto lleno de espejos. No grita, y aún así la escucho perfectamente. Me llegan sus besos nuevos, que hacen que recuerde los miles de besos suyos que llevo en mi frente. Ella ya no corre. Y eso está bien. No es algo que me extrañe en esta extraña situación.
Tres mil trescientos cinco teclazos menos.
Debo dejar de acumular cuentas.
¿A dónde fue esa mujer que besé quince beses? (ya con la urgencia de la cercanía me doy el lujo de tener errores de ortografía. Todo me suena poético... "besar quince beses"... estar cerca de la meta te permite esos lujos... "besar quince veces", ¡Qué aburrido!
La busco, y antes de que avance tres centímetros la veo.
Ahí sigue. No era un recuerdo. Tiene una camisa con una foto mía. Camina hacia mí, y me recuerda que sigo siendo su héroe. Nos besamos, sin dejar de avanzar. Aunque ahora todo parece reproducirse en cámara lenta.
Somos una lugar común en una película única.
Caminando hacia lo desconocido. Saludando a los conocidos.
Vuelven las porras.
Volteo.
Recojo con mis dedos unas pocas lágrimas de las muchas que escurren por mis mejillas.
Las pongo a merced del aire.
Hacia atrás se ve una gran distancia recorrida.
Pero aún falta para llegar.
Quince besos menos.
Siempre avanzamos hacia la muerte... No importa lo que hagamos, siempre será "un pestañeo menos", "un trago del vaso con agua de mango menos"... "una lágrima o una risa menos", parecería que nada se agota, y que siempre habría un(@) "___" más, pero, llegado el momento del trámite final, no habrá otr@ "___".
Vivimos para cruzar una misma meta. En tramos damos sprints, intentando llegar pronto, mientras que en otros alargamos el momento, disfrutamos el paseo, hasta olvidarnos casi quien nos va a tomar la foto al llegar al fin de la carrera.
Si de un maratón se tratara, diría que desperté en el kilómetro 40. Y tan pronto te das cuenta que despertaste, la distancia remanente te la dicen en metros, no en kilómetros: "Bienvenido a la vida. Te faltan 2,195 metros".
¿Porqué corrí tanta distancia sin darme cuenta? Nunca lo sabré. Quise preguntarle a los que me alcanzaban, pero me distraje con la prisa por alentar mi paso. Hacer que esa corta distancia me dure más. Claro, la única condición de la carrera es que no te puedes detener (aunque hay gente que dice que sí se puede).
Saborear los últimos pasos, el aire que baña el cuerpo. Detener a la misma mujer quince veces para darle besos de quince maneras diferentes. Sonreír por salirme con la mía.
Todo es posible, todo es altamente disfrutable. Pero queda poco tiempo.
Se escucha que el narrador del maratón empieza a decir los nombres de otros que han llegado. Algunos hasta suenan conocidos, pero por las muchas distracciones no los recuerdas.
Una niña me ofrece una bolsa con agua. La más rica que jamás has probado, a pesar que has probado miles de tragos de agua. ¿Porqué no disfruté más? Caigo al piso y me rasgo las rodillas. Volteo hacia atrás y cientos de personas vienen hacia mí. No me ven.
Como puedo, me ruedo hacia la orilla para evitar que me atropellen.
Al rodar, recuerdos parpadean en mi memoria acerca del inicio de la carrera. De los primeros kilómetros.
Porras cantando mi nombre sonaban estridentes. Sonreía a todo lo que mi sonrisa daba. El cabello flotaba detrás de mí. Corría a gran velocidad, sin pensar en algo en especial. Sin saber siquiera cuán lejos o cerca estaba la meta.
Unas personas con vestimenta rara me urgen a pararme. No puedo estar acostado al lado de la calle. Debo seguir corriendo. "Estas carreras tienen reglas claras", pensé.
De pronto, me di cuenta que unos ancianos caminaban en la dirección contraria a todos. Iban alegres. No mostraban ninguna emoción. Hasta parecía que iban desconcertados, perdidos.
Empecé a notar a quienes iban a mis lados. Había jóvenes, niños y niñas, otros de mi edad, y algunos mayores que yo. Unos querían decirme algo, sin embargo no podía entender el idioma que hablaban. ¡Si tan solo hubiera aprovechado el tiempo anterior para aprender más idiomas!
Un paso menos. Dos pasos menos. "Si empiezas a contar los "_____" menos, se te va el poco camino restante en contar", pensé.
¡Tanto que deseo contar, y nadie que habla mi idioma! Esta diversidad en las carreras definitivamente no incentiva el intercambio de ideas.
Si mis hijos estuvieran corriendo conmigo les platicaría de cómo sacarle jugo a la poca o mucha distancia que quede en la carrera. Les diría que aunque, como yo, despierten faltando pocos metros para la meta, se puede medir el tiempo en centímetros, en milímetros, y poner en cada uno un recuerdo importante. Un momento especial. Una imagen para llevar.
¡Qué solo es el camino al final! Además de despertarte ya muy avanzado en la carrera, encuentras pocos con quien compartir.
Mi abuelita me saluda desde la azotea de un edificio alto lleno de espejos. No grita, y aún así la escucho perfectamente. Me llegan sus besos nuevos, que hacen que recuerde los miles de besos suyos que llevo en mi frente. Ella ya no corre. Y eso está bien. No es algo que me extrañe en esta extraña situación.
Tres mil trescientos cinco teclazos menos.
Debo dejar de acumular cuentas.
¿A dónde fue esa mujer que besé quince beses? (ya con la urgencia de la cercanía me doy el lujo de tener errores de ortografía. Todo me suena poético... "besar quince beses"... estar cerca de la meta te permite esos lujos... "besar quince veces", ¡Qué aburrido!
La busco, y antes de que avance tres centímetros la veo.
Ahí sigue. No era un recuerdo. Tiene una camisa con una foto mía. Camina hacia mí, y me recuerda que sigo siendo su héroe. Nos besamos, sin dejar de avanzar. Aunque ahora todo parece reproducirse en cámara lenta.
Somos una lugar común en una película única.
Caminando hacia lo desconocido. Saludando a los conocidos.
Vuelven las porras.
Volteo.
Recojo con mis dedos unas pocas lágrimas de las muchas que escurren por mis mejillas.
Las pongo a merced del aire.
Hacia atrás se ve una gran distancia recorrida.
Pero aún falta para llegar.
Quince besos menos.
Autor: Benjamin Garza
Mexico 2010
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EL SILENCIO Y YO
Por: Inomniaparatus_
México 2010
Una vacio
lúgubre recubre mi nostalgia,
recorre suavemente
mis pasiones
y una a una
las arrulla hasta el cansancio.
No veo,…solo
siento y escucho
Una dulce melodía nocturnal
que entre
notas al oído me comenta
que es
SILENCIO y me viene a acompañar.
Me confiesa su
arrogancia ante el bullicio,
Me comenta que
comparte mi nostalgia,
Y me invita a
recordar nuestros andares
Que en su
tiempo fueron mágicos momentos.
Una lágrima se
escapa entre recuerdos
Y resbala
entre las manos de mi hermano
Un hermano que
ha emergido del silencio
Un silencio
que en susurros me aconseja.
Gratos son los
recuerdos hoy presentes
De un mundo
devorado por el hombre,
Que en su
busca absurda de efímeras riquezas
Ha llegado a
empobrecer su propia alma.
Estas son las
palabras del silencio
que hoy
expresa entre gritos y tristezas
su nostalgia
por un mundo de grandezas.
Efusivo y
melancolico me expresa--
Te invito
entonces a embriagarte de nostalgia!!!
Yo le tomo la
palabra y me recuesto
y embriagado
de recuerdos exclamamos
que vuelva el
tiempo a convertirnos en pasado
que el futuro HOY…
nos tiene sin cuidado!!!…..
Por : JRN-Inomniaparatus_
23 Julio 2010
12:00 pm
Coautor: El silencio